martes, 21 de abril de 2009

Capitulo 4°

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Los hombres del levantamiento tomaban sus posiciones. Los soldados de la vigilancia, algunos estaban dormidos… dos de ellos estaban fumando frente a la puerta gigante de madera, los distinguían por la luz que emitían al disfrutar de sus últimos sorbos de humo…
Khattar y sus hombres no veían a los demás vigilantes, pero igual querían seguir. El sudor frió bañaba sus frentes, se les temblaban las manos, la reacción típica del cuerpo humano antes del primer disparo. El silencio era total, todos estaban a la espera…

Khattar apuntó hacia uno de los fumadores, su compañero hizo lo mismo con el otro, la distancia no era nada grande, veinte metros apenas; y como acordaban todos disparaban en el mismo tiempo… Dos soldados en el piso agonizando.

Después de que el estruendo de los disparos cortaba el silencio y destrozaba la trayectoria que los separaba de aquellos fumadores, la batalla empezó.

Los hombres del levantamiento disparaban hacia cada hueco de las trincheras de las torres, de las cuales salían los relámpagos de fuego de las boquillas de las armas francesas… algo que engañó a los soldados franceses y los confundió, podían ver de dónde venía el fuego, pero no alcanzaban a ver a Khattar y su dos compañeros, ellos estaban por debajo del muro al lado de la puerta gigante de madera…

Los compañeros de Khattar procedieron a bañar la madera con el querosén, Khattar prendió el fuego, la madera inmunizada con brea empezó a arder… los soldados no podían abrirla, tampoco apagar el fuego que la consumía, la luz del fuego hizo de los soldados franceses un blanco fácil para los hombres del levantamiento…
hombres valientes y de buen ojo para el tiro, sabían que no tenían suficiente municiones, por lo tanto, no podían darse el lujo de disparar por disparar… el fuego iluminaba la zona y el humo negro cubría la parte alta del fortín , algo que obligo a los franceses concentrarse en una de las torres para poder disparar…
El silencio dejo de ser la ausencia del ruido, las ráfagas que daban los fusiles franceses semiautomáticos, rompían cualquier silencio… la mezcla del cansancio, el miedo y la incertidumbre son muy peligrosos durante una batalla, más aun cuando se trata del factor sorpresa…

Los hombres del levantamiento disparaban hacia toda boquilla de la cual salía la llama de los disparos y las silenciaban para un rato… les daban a los soldados en el pecho, en la cabeza, en los hombros, casi todos eran hombres muertos…
Los soldados no podían bajarse del fortín por ningún lado para rodear a los que estaban disparando. Trataban de moverse pero no podían, buscaban la manera para subir alguno de los cañones que tenían pero les fue imposible… sabían que la rabia del pueblo es seria, sabían también que la voluntad de los pueblos es inquebrantable… los pueblos que buscan su libertad se aferran al destino para tenerla sin importar el costo… Los franceses tenían la experiencia y el recuerdo, aun después de muchos años, de su propia Revolución Francesa…



En las casas de Rashaya, nadie prendía las velas o las mechas de las farolas de querosén como era de costumbre. Las mujeres cubrían y animaban a sus pequeños.

Ward con su madre tampoco podían dormir, estaban escuchando todo… el corazón de la madre de Ward tenía un presentimiento que la mortificaba; sentía que su vida iba a cambiar para siempre.
El olor de la muerte, del desastre, lo percibía con su mente y corazón. Miraba la cara de Ward, sentía algo raro, una corazonada, de inmediato trataba de sacar la idea de su cabeza…

La batalla afuera entró en un grado más intenso. Empezaban a sonar los explosivos fuertes, las paredes y las ventanas hacían ruidos agudos y temblaban... Su preocupación por Khattar llegó a su tope, sentía que los hombres del levantamiento iban a ser liquidados… Y así Tej, empezaba a prepararse para la huida. Los pequeños, que se despertaron horrorizados, preguntaban por su padre; el miedo los hacía sentir la necesidad de ser protegidos; su padre no estaba en casa en el momento que más lo necesitaban.

El mayor de ocho años abrazaba a su hermano y sus dos hermanas y los calmaba como todo un hombre, pero no era suficiente, su madre empacaba la ropa, la comida y otras cosas.

El niño miraba con sus ojos que hacían muchas preguntas, pero sin mencionar ni una sola palabra…. “El que no entiende con la mirada no entenderá con las palabras”, dice un viejo dicho árabe… los ojos hablan el idioma del alma, reflejan los pensamientos y los sentimientos…



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2 comentarios:

Campanita de BarZaires dijo...

Cada capítulo hace percibir la guerra de una forma más viva y por desgracia real, se que todo se queda pequeño comparado con la realidad vivida,haces que a través de tus letras veamos un paisaje y sintamos el ambiente, aunque como te digo es un granito de arena antes la magnitud de haber estado alli, me quedo con esa preciosa frase "el que no entiende con la mirada, no entenderá con la palabras" las caritas de los niños y lo que quedaría en su retina, será una imagen que les acompañará siempre, suerte que la vida está llena de cosas hermosas como tu flor de Nisan y tu poeta y basta mirarle a los ojos, para que se superponga la imagen y te quedes con su carita.
Un beso enorme de todo corazón.

Aleksander Nagi dijo...

… lo que más me ofende en la vida es cuando los civiles se convierten en objetivos de la guerra, y más aun los niños.
… lo que siente un niño durante una guerra no lo cambia nadie, ni las buenas intensiones, ni la “democratización”, ni las lindas palabras e intenciones del mundo.
… las traumas de la guerra destrozan y de por vida.
… y créeme que he visto muchos ojos con el pavor y la histeria.
… y cuando era pequeño, también lo experimenté.
… gracias por estar aquí Campanita.
… gracias amiga por existir.
… no me canso en repetirlo.
… un beso y un abrazo